viernes, 22 de noviembre de 2013

Un tornero bionico

TRACATOUNMURO[1]

-          ¡Spitfer, rápido, traeme la llave para la máquina!

Spitfer es Osvaldo el ayudante de Pepe que es tornero. Tornero biónico para algunos. Pepe tiene 72 años y la energía de un pibe de 20. No para. Va del torno a la fresa, de la fresa al banco de trabajo, de ahí atiende al proveedor de bronce que el toca el timbre, le da la plata a Spitfer que a esta altura cambió de nombre y lo llama tracatounmuro, y sigue. Cualquier frase hace que Pepe y Osvaldo se entiendan, es un idioma con caos propio.
“Pitch” puede ser la amoladora o el torno automático, o cualquier otra cosa, lo sorprendente es el grado de comprensión que tienen mutuamente. Evidentemente las palabras son una excusa, los sonidos, los gestos y la costumbre, es todo lo que necesita Pepe para comunicarse con Osvaldo.

Un día vinieron unos italianos. Eran ingenieros. Los tanos mandaron a este par de ingenieros porque estaban preocupados. Resulta que su cliente, el dueño de un frigorífico a quién le habían vendido unas máquinas, hacía bastante tiempo que no pedía repuestos. Resultó que este dueño lo encontró a Pepe, y Pepe le hacía las piezas de la misma calidad, pero a un cuarto del precio de importación. No eran piezas sencillas, pero Pepe abre un cajón, revuelve en algunas latas viejas, saca fierros, tuercas, tornea y suelda y se arma un dispositivo con el cuál va a hacer la pieza que le piden, con estos tipos de “ingenios” suele reemplazar tornos de control numérico, alesadoras y maquinas que salen decenas de miles de dólares.

El torno de “alta tecnología” que usa Pepe tiene 57 años, cacharro biónico lo llama él. Algunos componentes tienen juego y el mantenimiento se lo hace él mismo, la mayoría de las veces es un mantenimiento rápido, para salir del paso...  que dura diez o quince años. Sin embargo logra precisiones asombrosas. Dejando de lado la magia negra, la única explicación que le encuentro a la precisión de ese cacharro viejo, es que Pepe lo conoce de memoria, le conoce los ruidos, los juegos, las vibraciones, todo. Conoce cada tuerca y cada correa mejor que la palma de su mano, no solo conoce las pequeñas imperfecciones, sino que sabe cuándo se van a producir según el trabajo que haga.
Entonces Pepe da un suave golpe con el martillo y en vez de enderezar, “alinea”, pone una delgada chapita debajo de la pieza y no suplementa, “nivela”. Porque las correcciones son acordes a su trabajo, o sea, de precisión.

Los ingenieros italianos fueron a visitar a Pepe esperándose encontrar con un taller modelo capaz de reproducir sus complejos repuestos. Todavía deben tener la boca abierta de ver ese cúmulo de fierros amontonados que es la cueva dónde trabajan Pepe y su hermano. La luz de la amoladora se enciende girando la lamparita, no tienen protección alguna, uno camina y se choca con los fierros y hay pocos que se animan a buscar alguna herramienta sin correr el riesgo de la desesperación. Pero el taller tiene su orden propio y los que trabajan en el encuentran todo.
Los tanos sacaron fotos, le dieron la mano a Pepe y se fueron, seguramente esas fotos fueron motivo de reuniones y replanteos de grandes ejecutivos. Pepe frunce los ojos y ríe.

Yo le llevo mis piezas, son piezas de mis máquinas de tracción, llevárselas a Pepe me permite tener un buen precio de venta ya que su ingenio reemplaza el uso de maquinaria más costosa.
A veces lo ayudo en su trabajo haciendo las tareas más rutinarias, le controlo el cepillo mientras trabaja, hago algún agujero y le alcanzo las herramientas. Mientras tanto, hablo con él y lo miro trabajar, trato de adivinar su destreza, de aprender sus mañas y el por qué de sus movimientos. Todos los movimientos de las manos de Pepe en el taller están medidos y tienen su razón de ser. Yo lo observo y aprendo, por lo menos aprendo teóricamente los un millón quinientos mil rebusques que hace Pepe a diario adaptando fierros.
A veces no me cobra los pequeños trabajos, si no le llevan mucho tiempo, me da la pieza diciendo:
-          “Al toque, todo es al toque acá. Arriba!”
Como a mí, muchas veces no les cobra a otros, algunos creo que hasta se aprovechan un poco de esa benevolencia y alguno que otro salió rajando seguido detrás por los gritos de Pepe que se pudrió y lo mandó al cuerno. Porque Pepe es todo o nada, no parecen gustarle los grises ni los engaños.

Actualmente vive felizmente con una gran mujer que lo quiere y lo cuida. Parece ser, que sufrió mucho con la enfermedad de su mujer anterior, pero como el dice, la vida da revancha y ahora disfruta de todo lo que tiene, se va de vacaciones, come asados, tornea y es admirado y respetado por quienes lo rodean. Como lo admiro yo, que me enfrenté a su ciencia y a su bondad hace más de cinco años y aún disfruto de sus charlas y compañía.       30/01/04




[1] Tracatounmuro, es una deformación de “atracado a un muro” en italiano, que es una frase que se decía en un programa cómico de Olmedo. Era un contratista de albañil medio vivo, que explicaba al cliente lo que había que hacer con exageración para cobrar más, en una parte, decía que había que poner un tornillo firmemente “tracatounmuro”.

El instante

Me encanta esta poesía de Borges, sobretodo el final. Que linda...

¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?.


El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.

El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.