domingo, 29 de mayo de 2016

Dos gobiernos

El macrismo postula la idea del derrame. Para derramar primero hay que acumular. ¿Pero quién acumula? El capital. Hay que seducir a los inversores. Hay que darles garantía de que la inclusión no será un obstáculo en su acumulación. Eso divide aguas. En el proyecto del PRO, está permitido agigantar la brecha entre clases sociales, conceder beneficios a los empresarios a costa de la calidad de vida de los trabajadores, restringir el acceso a bienes materiales y culturales a millones de personas, aunque sea supuestamente por un tiempo, porque eso redundará en acumulación, y la acumulación traerá derrame.

El PRO pide sacrificios y promete recompensas. Pero no a todos por igual. Los pools de siembra de 30 mil hectáreas no se están sacrificando. Están acumulando. Por la devaluación y por la quita de retenciones. Lo mismo las mineras o los bancos, cuya rentabilidad creció 78 por ciento en febrero, el nivel más alto en una década, hasta 23.158 millones de pesos. Hay sectores minoritarios y concentrados de la economía que viven una fiesta inolvidable. Paul Singer llamó a Macri el campeón de las reformas económicas. Las empresas que dependen del mercado interno no acumulan, se descapitalizan. Les toca sacrificarse mientras otros atraviesan la supuesta etapa del esfuerzo, que empezaría a retroceder en el segundo semestre, según la promesa oficial, con los bolsillos llenos. Al interior del mundo empresario se repite la dicotomía entre inclusión o derrame.

La primera falla de la teoría del derrame es la creencia de que los sacrificados tendrán posibilidad de esperar el tiempo de la cosecha. No es verdad. Hay quienes quedan en el camino. Eso ya es un fracaso como proyecto económico y social. Del 1,4 millón de nuevos pobres que identificó la Universidad Católica Argentina en el primer trimestre habrá quienes no gozarán la eventual etapa de recuperación. Es posible que pasen años hasta que vuelvan a salir de esa condición, si es que lo logran, mientras otros acumulan. El daño producido mientras tanto es irreparable en la vida de las personas y en el tejido social, un factor que los promotores del derrame no parecen visualizar.
El gobierno argumenta que está obligado a hacer lo que hace porque la situación económica era explosiva. Si había una bomba o no es debatible, aunque el argumento trastabilla porque la derecha se cansó de repetirlo desde 2003 y nunca explotó. Néstor Kirchner evitó y desafió la mayoría de las ideas económicas que ahora Cambiemos presenta como inevitables, con resultados extraordinarios, sobre todo por cómo había recibido el país. El ex presidente puso en marcha un proyecto inclusivo desde las ruinas y tuvo éxito. Cristina Kirchner lo llevó a un lugar impensado en 2003. En todo caso, por qué no podría repetir la fórmula el PRO. Por qué no podría desactivar la supuesta bomba sin ocasionar graves perjuicios a millones. ¿La bomba de 2003 era más o menos difícil de manejar que ésta, en caso de conceder que existiera? No lo hace porque no es su proyecto. Su plan es el derrame.

Si el crecimiento económico no es inclusivo se agiganta la desigualdad. Eso es un fracaso. El modelo neoliberal de los ‘90 fue un fracaso, aun en los pocos años de expansión del PIB. Norma Plá podría atestiguarlo. La evaluación de si una política económica es viable o no debe considerar al conjunto de la sociedad. Que crezcan unos sectores y otros se hundan es sinónimo de fracaso. Es inviable. Si la idea es sacrificar generaciones para que otras puedan disfrutar del mítico momento de la bonanza, la pregunta sobre la viabilidad del modelo hay que hacerla a los que están en la trinchera. No alcanza con los elogios de Singer, los sojeros o los bancos. Ellos son los que acumulan.

Extracto de un articulo de David Jufré en Pagina 12 en mayo 2016.

Yo coincido con esto que dice el artículo, y también, con todo lo que se podría haber hecho en bien del país y los que menos tienen con los 8000 millones de Lázaro. Ya en el 2010 había un chiste que mostraba a Nestor K. diciendo: "Lázaro, levántate y lava". Recuerdo haber pensado que no sabía cómo iba a terminar el gobierno de los K, pero lo que no iban a tener era excusas: tuvieron mayoría en el Congreso durante años, y un ingreso de capitales externos por el precio de la soja como nunca antes. 

Las mejoras que no hiceron, es porque no quisieron.

domingo, 15 de mayo de 2016

Universidad Pública II

Muchos pregoneros del arancelamiento, varios hipócritas que se rasgan las vestiduras en defensa de los pobres que supuestamente les pagan sus estudios a los ricos, son los mismos que apadrinaron ideológicamente la Noche de los Bastones Largos y la represión del Proceso. Hay una larga tradición de desprecio y odio hacia la universidad laica en nuestro país. A estos se les suman algunos espíritus marketineros que denuncian la baja calidad educativa de los estudios superiores sin la mínima honestidad de mirarse para adentro y sopesar lo que hicieron ellos con la gran calidad educativa que recibieron ellos en mejores épocas.
Porque es cierto que hay que tender hacia una cultura del esfuerzo, también es cierto que hay que ser exigente con los jóvenes para que se templen y no caigan en el facilismo. Pero a las facultades no van ricos, sino en su mayoría una clase media que ya solo es media por su cultura y no por sus bolsillos. La Universidad de Buenos Aires inventó un CBC para que durante un año los egresados del secundario sean acompañados en su orientación y formación y que no pasen por el filtro de un ingreso para el cual necesitan de muchos institutos privados y profesores particulares para entenderlo. Esto le cuesta al fisco 180 dólares por alumno por año, la institución universitaria más barata del mundo. Un milagro pedagógico y económico.
La universidad estatal sigue siendo la de mayor prestigio internacional y la de mejor nivel académico a pesar de las privadas que cobran bien, pagan mal, y compran terrenos alfombrados con las ganancias.
La palabra calidad es importante, pero no apta para cholulos que la repiten como loros. En un país como el nuestro en el que una selección por arancelamiento marginaría una nueva población a la deriva, la cantidad es un valor inestimable. Me refiero a la cantidad de estudiantes y no a la cantidad de pesos que por su monto en nada cambiarían la única cifra que habría que cambiar: los sueldos docentes.

Extraído del libro “Pensamiento Rápido” de Tomás Abraham – Ed. Sudamericana - 2002

Universidad Pública I

El joven de 18 años termina una secundaria que le dio una instrucción raleada y gris, tan pobre que lo deja inerme para trabajar y para estar preparado para estudios superiores: tiene un destino cerrado, deprimente. Si quiere trabajar y no puede, se siente inútil, si quiere estudiar entra a la facultad y no sabe leer textos elaborados, ni escribir sin faltas de ortografía. Pasa de la inutilidad a la vergüenza.
Sin embargo, hay más de un millón de jóvenes en las universidades argentinas. El 90 % en las estatales. Estudian sin pagar aranceles. ¡Esto es el colmo! dicen importantes personajes de nuestra dirigencia bancaria, financiera y adláteres. ¡Hay que bajar el gasto del Estado! ¡Sobran jóvenes en las universidades!
Ésta es una prueba de que la Argentina ha cambiado poco. Los teléfonos ahora funcionan pero los que hablan por ellos no. Se renuevan como las larvas los maestros ciruela de la eficiencia. En un país como el nuestro en el que la mayoría de la juventud está en una deriva no sólo peligrosa sino penosa, el solo hecho de que haya una universidad masiva y con un ingreso accesible tiene ventajas inconmensurables. Y no sólo para los jóvenes. Es una gracia de Dios y no solo del Estado.
La universidad no es sólo una fábrica de profesionales. En la universidad los jóvenes adquieren nuevos modos de sociabilidad que tienen que ver con el estudio, con los problemas del país, pueden tejer lazos de solidaridad, deben realizar tareas que les exigen un método y una disciplina, tienen una relación con el prójimo que en el resto de los espacios sociales a veces no es posible tener dada la situación psicosocial de muchas familias, o porque no es fácil tener amigos ni hablar con un padre ni soñar un futuro con la novia. La disgregación y la soledad del jóven existen, solo mitigadas por el esporádico contacto en los encuentros musicales o por la intensidad de la droga o en el agujero de la depresión.
En la universidad se transmiten una experiencia y un saber. La instrucción no es de primer nivel dadas las condiciones infraestructurales. Cuando la enseñanza es masiva, la calidad se resiente a pesar de que hay una selección por rendimientos como en cualquier otra institución. Pero entrar a una universidad, aun sin claridad sobre sus objetivos, ni sobre la vocación, en un ambiente de estudio aunque se estudie poco, es un acto de resistencia contra la derrota cultural y educativa que transmiten los adultos.


Extraído del libro “Pensamiento Rápido” de Tomás Abraham – Ed. Sudamericana - 2002

Contundencia ideologica

La contundencia y la definición, se justifican cuando hay que accionar. En el debate son peligrosas porque cierran las puertas al diálogo, las de ponerse en lugar del otro y tratar de entender por qué piensa así, y abre la puerta del fanatismo y la incomprensión. Por eso, la crítica  a los grises, a los matices, y a los puntos medios por considerar esas actitudes como tibias y sin pasión, solo son válidas si quien las practica tiene que accionar, tomar decisiones inmediatas, o se esta ante una crisis. Ahí, la vacilación, el cosiderar muchos puntos de vista y tomarse tiempo para pesnarlos, es contraproducente y puede ser muy perjudicial, es el dicho que a veces es preferible una mala decisión a la no decisión. Pero en épocas de cierta estabilidad que no nos pasamos accionando, por lo menos no en forma inmediata, lo que hay es discusión de café, de entrecasa, debate intelectual, y diálogo de mayor o menor calidad. En estas épocas, en estas prácticas de debate cotidiano, la contundencia ideológica no refleja convicción, ni mucho menos principios, si no incapacidad para analizar seriamente otras opciones y puntos de vista.