La Biblia nos enseña a amar al prójimo y a amar a nuestros enemigos: probablemente porque se trata de la misma gente.”
Gilbert Keith Chesterton
No existe una “comunidad musulmana”. En The Huffington Post el académico experto en temas islámicos Oliver Roy constata que hay dos narrativas en danza. Una sostiene que el problema es el Islam de Francia, con su doctrina sobre la preeminencia de la adhesión a la fe por sobre la adhesión a la nacionalidad francesa. Otra sostiene que el problema son las condiciones de marginalidad de muchos de los inmigrantes o hijos de inmigrantes. Roy dice que ambas narrativas parten de una limitación: presuponen la existencia de una “comunidad musulmana” en Francia de la cual los terroristas serían una suerte de “vanguardia”. Y pone en duda esa supuesta verdad. Sostiene que muchos de los jóvenes radicalizados no sólo no son una vanguardia del resto sino que se oponen al Islam profesado por sus padres y creen en un Islam tomado de la periferia del mundo musulmán. No están relacionados con las mezquitas locales y cuando viajan a Siria lo ocultan a su familia. Practican una radicalización mutuamente estimulada en Internet, en busca de una Jihad global. “No están interesados en las preocupaciones concretas del mundo musulmán, como Palestina”, opina Roy. “No buscan la islamización de la sociedad en la que viven sino la realización de su fantasía enferma de heroísmo como los asesinos de Charlie Hebdo cuando dijeron haber sido convocados por el profeta Mahoma.” Los musulmanes están más integrados de lo que se supone, hecho que parece probado hasta por la identidad de Imad Ibn Ziaten, el soldado francés muerto por Mohamed Merh en 2012, o la del oficial Ahmed Merabet, asesinado por los comandos en Charlie Hebdo. Para Roy, lo malo es que “en lugar de ser citados como ejemplos, estos casos aparecen como contraejemplos”, lo cual sería falso: “En Francia hay más musulmanes en el ejército, la policía y la Gendarmería que en Al Qaida, y eso sin mencionar la administración pública, los hospitales, la Justicia o el sistema educativo”. El otro elemento que para Roy es subestimado es el nivel masivo de rechazo de los atentados por parte de los musulmanes en las redes sociales. Al mismo tiempo, no hay “voto musulmán”, no hay lobby musulmán y no hay partido musulmán. Las escuelas musulmanas no pasan la decena. No hay “comunidad musulmana” sino población musulmana. Opina Oliver Roy: “Admitir esta simple verdad sería un gran antídoto contra la histeria, la actual y la que vendrá”.
Cansancio. La novelista norteamericana nacida en Marruecos Laila Lalami, en una polémica nota publicada por The Nation, el semanario progresista de los Estados Unidos, dice que se resiste a las absolutizaciones que observa después del atentado a Charlie Hebdo. Lee que todo es producto del choque de civilizaciones. Que se trata de un ataque al último bastión de la expresión libre. Que los líderes de las poblaciones musulmanas se quedaron callados. Que Francia falló en la integración de los hijos de los inmigrantes del Magreb. Que todo es porque Francia envió tropas a países musulmanes. Que hay doble patrón para juzgar las cosas. Dispuesta a poner los temas en discusión, no teme decir, por ejemplo, que en el pasado Charlie Hebdo publicaba dibujos satíricos de cualquiera, desde Jesús a Moisés, pasando por Mahoma, el Papa, François Hollande, Nicolas Sarkozy y Marine Le Pen, pero que en los últimos años acentuó la frecuencia de las sátiras hacia personajes musulmanes o sobre situaciones como las que vivieron las estudiantes secuestradas en 2014 en Nigeria por la organización islamista violenta Boko Harum. Aunque no repara en la presencia actual de 1200 soldados franceses en el contingente internacional que combate a Estado Islámico, Lalami sí precisa que cuando Cherif Kouachi, uno de los comandos de Charlie Hebdo, se enroló en las filas de los islamistas radicales, Francia se opuso a la intervención norteamericana en Irak y no envió tropas pese al reclamo estadounidense. Simplemente como un dato en medio de la polémica, la escritora recuerda que satirizar figuras individualizadas o generales del Islam no lleva a ninguna condena, y en cambio para la legislación francesa sí merece condena la sátira sobre el Holocausto. El famoso dibujante Siné fue echado por el entonces director de Charlie Hebdo Philippe Val luego de ironizar cuando el hijo de Sarkozy se casó con Jessica Sebaoun-Darty, de origen judío, y ante los rumores de que Sarkozy Jr. se convertiría al judaísmo le auguró burlonamente un futuro de bienestar. Val le pidió una carta de disculpas, pero Siné dijo: “Antes me corto las bolas”. No necesitó hacerlo porque quedó fuera de Charlie Hebdo. La nota de Lalami termina así: “No sé cuál de los relatos en torno de Charlie Hebdo es verdadero. Quizá ninguno, o quizá todos. Estoy cansada. Cansada de que dibujar una caricatura de Mahoma cause más ira que el derramamiento de sangre. Cansada de que la intolerancia liviana sea equiparada a la crítica seria. Cansada de que suministrar contexto sea visto como regalar excusas. También tengo miedo por los derechos de escritores y artistas. Miedo por los inocentes que sufrirán. Miedo de la legislación restrictiva que vendrá. Todo lo que sé es que en esto estamos todos juntos. Debemos aceptar que no podemos andar por la vida sin ser ofendidos. Debemos aceptar que el derecho a ofender es una parte fundamental del derecho a la libertad de expresión. Pero también tenemos que aceptar que debemos asumir responsabilidades hacia los demás. Debemos hablar contra el racismo, el sexismo y la intolerancia en todas sus formas. Usemos la razón, pero también nuestros corazones”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-263671-2015-01-11.html