En el citroen de Miguel salíamos cargados de baldes y bombitas en
carnaval, ese mismo citroen 2CV del cual había que bajarse en los pasos a
nivel elevados, porque cargado con todos nosostros y arrancando de
cero, no tenía fuerza para subir esas pendientes.
En lo boliches, Miguel tenía
mucho mas éxito que nosotros, éxito que no atribuyo a la pinta ya que
todos en el grupo éramos bastante "promedios" en ese aspecto del
aspecto, pero Miguel conquistaba por simpático y entrador. Comparado
con el resto, Miguel derrochaba calidez y simpatía, mientras que
nosotros parecíamos salidos de un frigorífico, ahora lo veo, y es lógico
que las minas fueran con él.
Un día en el vestuario del colegio,
mientras nos cambiábamos con ropa para ir a la clase de taller, Miguel
me pregunta en forma cruda y frontal: "Cuántas veces por semana te
masturbás vos".
Mi mente quedó fría, ¿cuál era la respuesa correcta?
¿decir una vez sería mucho o poco? ¿dos, tres...? qué momento incómodo
para mí que con 14 años aún no había entrado en esa fase y no tenía un
número standard de referencia, pero no podía quedar como un boludo, así
que dije seriamente y con seguridad: "una vez".
- ¿Nada mas? -se
asombra-.
- Bueno, -corregí rápido-, a veces dos o tres, depende.
Pronto cambiamos de tema. Lo que era tabú y traumático para mí, para él era lo mas natural del mundo.
Al terminar el colegio, a los dos nos tocó la colimba.
Fuerza: Marina.
Lugar: Bahía Blanca, Puerto Belgrano.
Tres meses compartimos juntos la
instrucción hasta que cada uno se fue a su destino.
No recuerdo mucho
esa época, pero si hay algo que recuerdo es la satisfacción y
tranquilidad de tener un amigo como Miguel entre esa muchedumbre,
alguien con quien charlar y compartir los mismos códigos.
Un verano
vino de vacaciones con el resto del grupo, habíamos ido a Mar del Plata y
nos dijo que era la primera vez que veía el mar.
Años mas tarde,
nos empezamos a ver los fines de año en las reuniones de egresados,
rememorando las épocas del secundario y siempre prometiéndonos vernos
mas seguido para un asado o una cerveza, deseo siempre incumplido por la
operatividad de la vida.
Miguel no sonreía, lanzaba carcajadas.
Siempre dispuesto al encuentro y a ayudar a otros. Laburador, alegre,
campechano, así es la imagen que tengo de él. Un tipo simple pero
profundo en lo importante.
Nosotros, el resto del grupo, somos mas
cerebrales, hasta nuestro cariño es mas cerebral y calculador. Con
Miguel uno se relajaba, había un corazón detrás. Por eso lo vamos a
extrañar tanto..