TRACATOUNMURO[1]
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¡Spitfer,
rápido, traeme la llave para la máquina!
Spitfer es Osvaldo el ayudante de Pepe que
es tornero. Tornero biónico para algunos. Pepe tiene 72 años y la energía de un
pibe de 20. No para. Va del torno a la fresa, de la fresa al banco de trabajo,
de ahí atiende al proveedor de bronce que el toca el timbre, le da la plata a
Spitfer que a esta altura cambió de nombre y lo llama tracatounmuro, y sigue.
Cualquier frase hace que Pepe y Osvaldo se entiendan, es un idioma con caos
propio.
“Pitch” puede ser la amoladora o el torno
automático, o cualquier otra cosa, lo sorprendente es el grado de comprensión
que tienen mutuamente. Evidentemente las palabras son una excusa, los sonidos,
los gestos y la costumbre, es todo lo que necesita Pepe para comunicarse con
Osvaldo.
Un día vinieron unos italianos. Eran ingenieros. Los tanos mandaron a
este par de ingenieros porque estaban preocupados. Resulta que su cliente, el
dueño de un frigorífico a quién le habían vendido unas máquinas, hacía bastante
tiempo que no pedía repuestos. Resultó que este dueño lo encontró a Pepe, y
Pepe le hacía las piezas de la misma calidad, pero a un cuarto del precio de
importación. No eran piezas sencillas, pero Pepe abre un cajón, revuelve en
algunas latas viejas, saca fierros, tuercas, tornea y suelda y se arma un
dispositivo con el cuál va a hacer la pieza que le piden, con estos tipos de
“ingenios” suele reemplazar tornos de control numérico, alesadoras y maquinas
que salen decenas de miles de dólares.
El torno de “alta tecnología” que usa Pepe tiene 57 años, cacharro biónico lo llama él. Algunos
componentes tienen juego y el mantenimiento se lo hace él mismo, la mayoría de
las veces es un mantenimiento rápido, para salir del paso... que dura diez o quince años. Sin embargo
logra precisiones asombrosas. Dejando de lado la magia negra, la única
explicación que le encuentro a la precisión de ese cacharro viejo, es que Pepe
lo conoce de memoria, le conoce los ruidos, los juegos, las vibraciones, todo.
Conoce cada tuerca y cada correa mejor que la palma de su mano, no solo conoce
las pequeñas imperfecciones, sino que sabe cuándo se van a producir según el
trabajo que haga.
Entonces Pepe da un suave golpe con el martillo y en vez de enderezar,
“alinea”, pone una delgada chapita debajo de la pieza y no suplementa,
“nivela”. Porque las correcciones son acordes a su trabajo, o sea, de
precisión.
Los ingenieros italianos fueron a visitar a Pepe esperándose encontrar
con un taller modelo capaz de reproducir sus complejos repuestos. Todavía deben
tener la boca abierta de ver ese cúmulo de fierros amontonados que es la cueva
dónde trabajan Pepe y su hermano. La luz de la amoladora se enciende girando la
lamparita, no tienen protección alguna, uno camina y se choca con los fierros y
hay pocos que se animan a buscar alguna herramienta sin correr el riesgo de la
desesperación. Pero el taller tiene su orden propio y los que trabajan en el
encuentran todo.
Los tanos sacaron fotos, le dieron la mano a Pepe y se fueron,
seguramente esas fotos fueron motivo de reuniones y replanteos de grandes
ejecutivos. Pepe frunce los ojos y ríe.
Yo le llevo mis piezas, son piezas de mis máquinas de tracción,
llevárselas a Pepe me permite tener un buen precio de venta ya que su ingenio
reemplaza el uso de maquinaria más costosa.
A veces lo ayudo en su trabajo haciendo las tareas más rutinarias, le
controlo el cepillo mientras trabaja, hago algún agujero y le alcanzo las
herramientas. Mientras tanto, hablo con él y lo miro trabajar, trato de
adivinar su destreza, de aprender sus mañas y el por qué de sus movimientos.
Todos los movimientos de las manos de Pepe en el taller están medidos y tienen
su razón de ser. Yo lo observo y aprendo, por lo menos aprendo teóricamente los
un millón quinientos mil rebusques que hace Pepe a diario adaptando fierros.
A veces no me cobra los pequeños trabajos, si no le llevan mucho tiempo,
me da la pieza diciendo:
-
“Al
toque, todo es al toque acá. Arriba!”
Como a mí, muchas veces no les cobra a otros, algunos creo que hasta se
aprovechan un poco de esa benevolencia y alguno que otro salió rajando seguido
detrás por los gritos de Pepe que se pudrió y lo mandó al cuerno. Porque Pepe
es todo o nada, no parecen gustarle los grises ni los engaños.
Actualmente vive felizmente con una gran mujer que lo quiere y lo cuida.
Parece ser, que sufrió mucho con la enfermedad de su mujer anterior, pero como
el dice, la vida da revancha y ahora disfruta de todo lo que tiene, se va de
vacaciones, come asados, tornea y es admirado y respetado por quienes lo
rodean. Como lo admiro yo, que me enfrenté a su ciencia y a su bondad hace más
de cinco años y aún disfruto de sus charlas y compañía. 30/01/04
[1] Tracatounmuro, es una deformación de “atracado a un
muro” en italiano, que es una frase que se decía en un programa cómico de
Olmedo. Era un contratista de albañil medio vivo, que explicaba al cliente lo
que había que hacer con exageración para cobrar más, en una parte, decía que
había que poner un tornillo firmemente “tracatounmuro”.
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