Si
trato de ver cuales fueron mis influencias políticas, creo que mi primera influencia
debió ser el peronismo de mi padre, y luego de mi tío. Fueron innumerables las
horas y las veces que escuché las discusiones de mi padre con amigos que venían
a casa, o en las que nosotros íbamos a la de ellos.
Discursos
cargados de certezas y de convicciones, sobre lo bien que el había hecho Perón
a la gente humilde, cómo los había liberado del despotismo de la oligarquía y
les había otorgado derechos acordes a un ser humano. También, fomentó la
industria nacional, y se le criticaba el no haber promovido la industria
pesada, de hecho, esa crítica era la justa y necesaria para darle un carácter
de objetividad al discurso.
Esa
influencia fue fuerte en mi adolescencia, pero fue decayendo progresivamente al
ingresar a la facultad. Me fui desprendiendo del discurso hogareño, y me
interesé por el discurso de mis compañeros y el de los centros de estudiantes.
También mi abuelo me daba apuntes de socialismo.
Así
que, si ahora hago un recuento de mis influencias, creo que fueron una mezcla
de peronismo, socialismo, y lo que se suele llamar, en general, ideología de
izquierda. Reforzadas por el hecho de que mi educación formal siempre fue en
organismos públicos, desde la primaria hasta la universidad.
Incluso,
ahora que lo pienso, ahí esté la razón de mi aversión por la educación privada,
ya que siempre vi una contradicción insalvable en la dualidad alumno-cliente.
Pero
últimamente en vez de alumno soy docente, en vez de empleado estoy junto a los
dueños de pymes, en vez de cuidar el peso día a día, me doy ciertos lujos,
impensables unos pocos años atrás. Creo que habitualmente a eso se le da el
nombre de “aburguesamiento”, o los más tolerantes lo llaman, “crecimiento”,
“maduración”, o simplemente “suerte”.
La
cuestión es que esta nueva ubicación me permitió ver otra faceta de algunas posturas
ideológicas. La visión del dueño, del empresario, del organizador, del que toma
decisiones que influyen, no solo sobre él, sino sobre un número más o menos
grande de personas.
Entones
vi que los obreros no son siempre víctimas explotadas por un hombre a quien se
le salen los billetes debajo del sombrero, que piden días de enfermedad sin
estar enfermos, que boicotean las máquinas, que extorsionan a los dueños, que
los sindicatos obreros son mafias que presionan y negocian con los empresarios
y están lejos de hacerlo para defender los derechos de los obreros, etc.
También,
en otro ámbito, veo a los centros de estudiantes con gente experta en pedir al
Estado, pero con pocas propuestas que impliquen trabajo propio. El Estado y lo
público, es un pozo de recursos infinito y siempre esta en deuda con ellos.
Como pagan todos, no existe el que paga.
Los
derechos se defienden forma claramente tendenciosa, con justa razón se defiende
el salario docente, una mayor participación en la toma de decisiones y mayores
oportunidades de examenes para los estudiantes, pero se olvidan de buscar los
responsables del robo de material educativo cuando las sospechas apuntan a los
no docentes, o de ver por qué no se controlan las llegadas tarde y ausencias
del personal docente y no docente, o por que en el CBC el tiempo real de
cursada es de tres meses cuando debería durar cuatro. Todos tenemos
preferencias ideológicas, pero para mi que las protestas de los centros de
estudiantes pecan de exceso de indignación y volumen sonoro, cuando claramente
hacen la vista gorda a problemas que afectan la calidad educativa.
Sin
embargo, el político y el empresario tienen a su favor que tienen más plata y
poder que el estudiante y el obrero, pero eso no los hace peores personas a
priori.
Tener
plata y poder no es sinónimo de corrupción, solo debería implicar mayores
controles debido a que tienen una mayor responsabilidad social, por el hecho de
que sus acciones afectan a un mayor número de personas.
Y el
obrero, el estudiante, el pobre, no tienen carnet de honrados y justos por su
condición, solo debería dárseles el privilegio de acceder a lugares e
instituciones a través de becas y beneficios, sin los cuales, no podrían
acceder por su condición económico-social de origen.
O sea, lograr
un sistema que aumente progresivamente los controles a mayor poder político y/o
económico, y tenga mecanismos de compensación de los desequilibrios de origen,
en pos de lograr la igualdad de oportunidades de los que menos tienen.
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