“Recuerdo también las clases de filosofía, en las que el profesor nos explicaba, con una media sonrisa compasiva, la doctrina del pobre Kant, por ejemplo, que se había equivocado tan lastimosamente en sus razonamientos metafísicos. Nosotros tomábamos notas apresuradas. En la clase siguiente, el profesor
llamaba a uno de sus alumnos y le decía: <<¡Mantecón! ¡Refúteme a Kant!>>.
Si Mantecón llevaba la lección bien aprendida, la refutación duraba menos de dos minutos.”
Luis Buñuel, “Mi último suspiro”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario