Cuando a
una mujer le dicen un piropo y esta mira fijo al piropeador, le contesta, repregunta,
o agradece, la reacción del hombre cambia por completo. Primero se
asombra, y generalmente cambia la actitud.
Ese piropo, que primero fue dirigido a una hembra, ahora se dirige a una mujer…
a una persona.
No es raro que el piropeador se sienta un poco avergonzado, se
sonría y se transforme, al ver que su objeto de deseo también es una
persona. Toma conciencia de su propia humanidad, y pasa de comportarse como un macho a
comportarse como un hombre.
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