- "Es
muy difícil ponerse de acuerdo con todos los ciudadanos, es imposible"
- "Tiene que haber un líder, tiene que empezar de arriba la cosa, un líder
que diga qué hacer y que la gente lo cumpla".
Los comentarios registrados
en la encuesta muestran una de las actitudes que adoptamos ante esta clase de
problemas. La idea de la propia falta de poder no es inocente y tiene sus
ventajas; reafirmar nuestra debilidad nos libera de las responsabilidades, nos
permite descargar el problema en otros -el gobierno, los jueces, los
empresarios- a quien atribuimos poder y podemos criticar.
***
La idea de
que hay personas que concentran el mal y que, eliminadas, el mal será
eliminado, es atrayente para realizar películas de policías duros, comprender
el mundo de un solo vistazo y tener una gran capacidad de acción. Sin embargo,
ha costado la vida de millones de personas, y es tan profundamente estúpida
como útil para preservar el actual estado de cosas, por dos razones: 1. Oculta
que muchas veces, como el Príncipe Bernardo, Richard Nixon o Warren Hastings,
los que cometen delitos son personas muy respetadas. Woody Allen en la película
Crímenes y pecados muestra este conflicto. 2. Oculta otro aspecto esencial: el
funcionamiento de las organizaciones que producen el mal.
***
El discurso
moral tiene muchos encantos para los políticos, pues los identifica como los
buenos, demoniza a sus adversarios y permite que la sociedad se identifique con
ellos. A su vez los ciudadanos demonizan a la clase política a la que
descalifican.
Sin
embargo, esta forma de plantear el problema implica trasladar a la vida civil
la intolerancia propia de la guerra. En la guerra, luego de identificar al
enemigo, se admite la posibilidad de utilizar casi todos los recursos para
destruirlo. El problema es que, dentro de una sociedad, no se puede identificar
a un bando enemigo; indefectiblemente habrá víctimas inocentes y victimarios
culpables. Los acusadores ocultan sus partes culpables.
Cada uno de
los golpes de Estado que sufrimos los argentinos, invocó la lucha moral y la
batalla contra la corrupción.
La
intolerancia moral estigmatiza a personas y puede llevar a las peores acciones
creyendo que estamos justificados. Una vez que nos convencemos que un grupo
identificable de personas son las responsables del mal (homosexuales,
subversivos, nazis, radicales, peronistas, comunistas o corruptos) introducimos
la contradicción amigo/enemigo en los tiempos de paz. Al hacerlo,
distorsionamos nuestros objetivos, vamos a castigar a enemigos de quienes
sospechamos sin pruebas y a perdonar a amigos que sean culpables que
pertenezcan a nuestro bando.
Nuestra
ética individual debe guiar nuestra conducta, llevarnos a que rechacemos
acciones que desvalorizamos, e incitarnos a la acción pública para modificar el
entorno en el que nos movemos, pero esa acción nunca puede consistir en la
imposición de nuestra ética a los demás.
Fuente: Extractos del libro:, En defensa propia. Cómo salir de la
corrupción.
Luis Moreno Ocampo.
Ed Sudamericana. 1993.
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