El macrismo postula la idea del derrame. Para derramar primero hay
que acumular. ¿Pero quién acumula? El capital. Hay que seducir a los
inversores. Hay que darles garantía de que la inclusión no será un
obstáculo en su acumulación. Eso divide aguas. En el proyecto del PRO,
está permitido agigantar la brecha entre clases sociales, conceder
beneficios a los empresarios a costa de la calidad de vida de los
trabajadores, restringir el acceso a bienes materiales y culturales a
millones de personas, aunque sea supuestamente por un tiempo, porque eso
redundará en acumulación, y la acumulación traerá derrame.
El
PRO pide sacrificios y promete recompensas. Pero no a todos por igual.
Los pools de siembra de 30 mil hectáreas no se están sacrificando. Están
acumulando. Por la devaluación y por la quita de retenciones. Lo mismo
las mineras o los bancos, cuya rentabilidad creció 78 por ciento en
febrero, el nivel más alto en una década, hasta 23.158 millones de
pesos. Hay sectores minoritarios y concentrados de la economía que viven
una fiesta inolvidable. Paul Singer llamó a Macri el campeón de las
reformas económicas. Las empresas que dependen del mercado interno no
acumulan, se descapitalizan. Les toca sacrificarse mientras otros
atraviesan la supuesta etapa del esfuerzo, que empezaría a retroceder en
el segundo semestre, según la promesa oficial, con los bolsillos
llenos. Al interior del mundo empresario se repite la dicotomía entre
inclusión o derrame.
La primera falla de la teoría del derrame es
la creencia de que los sacrificados tendrán posibilidad de esperar el
tiempo de la cosecha. No es verdad. Hay quienes quedan en el camino. Eso
ya es un fracaso como proyecto económico y social. Del 1,4 millón de
nuevos pobres que identificó la Universidad Católica Argentina en el
primer trimestre habrá quienes no gozarán la eventual etapa de
recuperación. Es posible que pasen años hasta que vuelvan a salir de esa
condición, si es que lo logran, mientras otros acumulan. El daño
producido mientras tanto es irreparable en la vida de las personas y en
el tejido social, un factor que los promotores del derrame no parecen
visualizar.
El gobierno argumenta que está obligado a hacer lo
que hace porque la situación económica era explosiva. Si había una bomba
o no es debatible, aunque el argumento trastabilla porque la derecha se
cansó de repetirlo desde 2003 y nunca explotó. Néstor Kirchner evitó y
desafió la mayoría de las ideas económicas que ahora Cambiemos presenta
como inevitables, con resultados extraordinarios, sobre todo por cómo
había recibido el país. El ex presidente puso en marcha un proyecto
inclusivo desde las ruinas y tuvo éxito. Cristina Kirchner lo llevó a un
lugar impensado en 2003. En todo caso, por qué no podría repetir la
fórmula el PRO. Por qué no podría desactivar la supuesta bomba sin
ocasionar graves perjuicios a millones. ¿La bomba de 2003 era más o
menos difícil de manejar que ésta, en caso de conceder que existiera? No
lo hace porque no es su proyecto. Su plan es el derrame.
Si el
crecimiento económico no es inclusivo se agiganta la desigualdad. Eso es
un fracaso. El modelo neoliberal de los ‘90 fue un fracaso, aun en los
pocos años de expansión del PIB. Norma Plá podría atestiguarlo. La
evaluación de si una política económica es viable o no debe considerar
al conjunto de la sociedad. Que crezcan unos sectores y otros se hundan
es sinónimo de fracaso. Es inviable. Si la idea es sacrificar
generaciones para que otras puedan disfrutar del mítico momento de la
bonanza, la pregunta sobre la viabilidad del modelo hay que hacerla a
los que están en la trinchera. No alcanza con los elogios de Singer, los
sojeros o los bancos. Ellos son los que acumulan.
Extracto de un articulo de David Jufré en Pagina 12 en mayo 2016.
Yo coincido con esto que dice el artículo, y también, con todo lo que se
podría haber hecho en bien del país y los que menos tienen con los 8000
millones de Lázaro. Ya en el 2010 había un chiste que mostraba a Nestor
K. diciendo: "Lázaro, levántate y lava". Recuerdo haber pensado
que no sabía cómo iba a terminar el gobierno de los K, pero lo que no
iban a tener era excusas: tuvieron mayoría en el Congreso durante años, y
un ingreso de capitales externos por el precio de la soja como nunca
antes.
Las mejoras que no hiceron, es porque no quisieron.
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