Porque es cierto que hay que tender hacia una cultura del esfuerzo, también es cierto que hay que ser exigente con los jóvenes para que se templen y no caigan en el facilismo. Pero a las facultades no van ricos, sino en su mayoría una clase media que ya solo es media por su cultura y no por sus bolsillos. La Universidad de Buenos Aires inventó un CBC para que durante un año los egresados del secundario sean acompañados en su orientación y formación y que no pasen por el filtro de un ingreso para el cual necesitan de muchos institutos privados y profesores particulares para entenderlo. Esto le cuesta al fisco 180 dólares por alumno por año, la institución universitaria más barata del mundo. Un milagro pedagógico y económico.
La universidad estatal sigue siendo la de mayor prestigio internacional y la de mejor nivel académico a pesar de las privadas que cobran bien, pagan mal, y compran terrenos alfombrados con las ganancias.
La palabra calidad es importante, pero no apta para cholulos que la repiten como loros. En un país como el nuestro en el que una selección por arancelamiento marginaría una nueva población a la deriva, la cantidad es un valor inestimable. Me refiero a la cantidad de estudiantes y no a la cantidad de pesos que por su monto en nada cambiarían la única cifra que habría que cambiar: los sueldos docentes.
Extraído del libro “Pensamiento Rápido” de Tomás Abraham – Ed. Sudamericana - 2002
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