martes, 3 de abril de 2012

Una de convoy


La dictadura no solo fue cruel y sádica, fué torpe e incompetente. Torpe en su accionar, incompetente militarmente. Aunque conocían a su ejército mejor que nadie, su mayor ejército en ese momento era la sociedad argentina que despreciaba la democracia y avalaba la violencia como método de resolución de conflictos. Yo me acuerdo de eso, de los discursos en mi casa y en casa de padres de amigos. Conocían tanto a la sociedad de esa época que sabían que con lo de Malvinas iban a estar todos con las banderas flameando como en el mundial 78. Solo que no les salió tan bien la gesta como la del mundial. Tal vez intentaron coimear a Margart Tacher como hicieron con el 6 a 0 a los Peruanos y La de Hierro no cedió, no tanto porque sea incorruptible sino porque vio que ganaba más con la guerra. Y ahí se les vino el mundo abajo a los ineptos. Qué estúpidos dios mio! no se si lo digo por los militares o por la sociedad de ese momento. Siento eso por ambos. Creo que mejor lo expresa Luis Bruschtein:

Hasta la misma conducción de Montoneros, en un gesto entre trágico y patético, se ofreció como voluntaria para ir a combatir a las islas. Sin embargo, el sentimiento popular por la recuperación de las Malvinas no alcanza a explicar por sí solo la posibilidad de ese engaño. Hay un contexto histórico, y sobre todo una cultura política de época, que ayuda a completar ese mecanismo.
Para una sociedad como la argentina de aquella época, sin tradición democrática y con una cultura de violencia para resolver sus conflictos, la dictadura no estaba tan lejos como ahora. Era una sociedad esencialmente ambigua y contradictoria para hablar de democracia y de violencia, una sociedad que había formado a las Fuerzas Armadas como el Partido Militar de una minoría, una sociedad que había naturalizado los golpes militares, las proscripciones y la represión, que había silenciado fusilamientos y bombardeos, una sociedad que había sacrificado en la hoguera de la violencia a lo mejor de una generación y se disponía a hacerlo nuevamente con los jóvenes conscriptos que eran entregados en guarda a los torturadores.
La idea de sociedad no está centrada en este caso tanto en las personas sino más en los valores que ordenaban las actitudes de las personas, porque hasta las rebeldías estaban regidas por parámetros donde las ideas de democracia o de resolución pacífica de los conflictos no aparecían muy valoradas.

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